Gracia Y Gobierno
Leslie M. Grant
Paradojas Bíblicas Maravillosas


“Porque por gracia sois salvos por medio de la fe; y esto no de vosotros, pues don de Dios; no por obras, para que nadie se gloríe” (Efesios 2:8, 9)
“Y si invocáis por Padre a aquel que sin acepción de personas juzga según la obra de cada uno, conducíos en temor todo el tiempo de vuestra peregrinación” (1ª Pedro 1: 17)
Estos versículos nos presentan dos importantes verdades absolutas que a primera vista parecerían ser contradictorias. Los incrédulos no las pueden apreciar y protestan que ambas no pueden ser ciertas al mismo tiempo. En cambio, mediante la fe guardamos estas cosas en el corazón con profundo agradecimiento.
Sin duda alguna, el pasaje de Efesios 2: 8 y 9 es una verdad absoluta. La gracia de Dios en Cristo Jesús, la cual fue mostrada en el sacrificio voluntario del Hijo del Hombre en el calvario, es el único principio por el cual Dios puede salvar a los hombres de la culpa de sus pecados. Las obras humanas no pueden tener parte en tan maravillosa intervención de Dios. La salvación del alma es una bendición que el hombre no se merece en absoluto. Él no tiene nada de que jactarse. La gracia que salva y la fe que conduce al hombre a aceptar a Dios y a creer en su Palabra provienen de Dios. Además, para que “nadie tenga más alto concepto de sí que el que debe tener (Romanos 12:3)” por el hecho de tener fe, la Palabra agrega: “Y esto no de vosotros, pues es don de Dios” (Efesios 2:8) La fe es un don de Dios que excluye cualquier mérito humano. La gracia de Dios salva y también preserva a los creyentes. Esto tiene relación con la elección de Dios que ya hemos considerado. Somos elegidos en Cristo por la gracia de Dios. Nada podrá empañar jamás el brillo de esta maravillosa verdad ante los ojos y el corazón de un hijo de Dios.
¿Podríamos pensar que Dios no ejercerá su gobierno porque su gracia es muy grande? Algunos creen que sí, pero están totalmente equivocados. El Padre juzga imparcialmente a los hombres según sus obras. Aunque somos salvos por la eternidad, la Palabra nos enseña claramente cómo debe ser nuestro comportamiento, y si éste es incompatible con nuestra relación de hijos de Dios, nuestro Padre tratará con nosotros mediante su disciplina. Ningún hijo de Dios puede perder la salvación, pero tengamos en cuenta que “es tiempo de que el juicio comience por la casa de Dios” (1.ª Pedro 4:17). Dios nunca va a tolerar que un creyente tenga una conducta descuidada; si esto llegara a suceder, utilizará su disciplina para conducirlo a juzgar su desobediencia. “Porque el Señor al que ama, disciplina, y azota a todo el que recibe por hijo... para que participemos de su santidad” (Hebreos 12: 6 y 10).
Los creyentes deberíamos estar agradecidos por esta disciplina con la misma intensidad que lo estamos por la gracia que nos permitió alcanzar la salvación. La gracia y el gobierno de Dios son verdades perfectas en su debido lugar y ninguna de las dos interfiere con el pleno e intachable carácter de la otra, porque son verdades paralelas que testifican de la grandeza y el amor de Dios.
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