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Compra y redención

Leslie M. Grant

Paradojas Bíblicas Maravillosas

Estas dos verdades, que surgen del bendito sacrificio de nuestro Señor Jesús, están vitalmente conectadas con el tema que hemos considerado anteriormente.

Leemos en Mateo 13:44 acerca de “un tesoro escondido en un campo, el cual un hombre halla, y lo esconde de nuevo; y gozoso por ello va y vende todo lo que tiene, y compra aquel campo”. El versículo 38 de este mismo capítulo nos enseña que “el campo es el mundo”. El Señor Jesús vendió todo lo que tenía, incluso su propia vida, a fin de comprar el mundo. Siendo su creador tenía el derecho de reclamarlo como suyo, pero el hombre (que tenía a su cargo el mundo) permitió que Satanás tomara posesión de él como un cruel usurpador. El Señor Jesús no trató de recuperar el mundo aceptando los términos propuestos por Satanás (Mateo 4:8 al 10), sino que pagó el altísimo precio de sacrificarse a sí mismo para comprarlo. En consecuencia, el mundo y todo lo que hay en él le pertenecen totalmente. Esta misma verdad está expresada en el Evangelio de Juan 12:32: “Y yo, si fuere levantado de la tierra, a todos atraeré a mí mismo”. Todos los hombres, no sólo los salvados, fueron comprados en virtud del  sacrificio perfecto del Señor, por lo tanto todos deberán responder ante Él.

Si Cristo compró el mundo y todo lo que hay en él pagando con su sacrificio en la cruz, entonces —argumentarán algunos—, todo está vitalmente unido al Señor y nada podrá perderse. Este error surge de confundir dos verdades paralelas. El apóstol Pedro enseña acerca de “falsos maestros que renegarán aun del Soberano1 que los rescató, y trayendo sobre sí mismos apresurada destrucción” (2.ª Pedro 2:1 V. M.)  Refiriéndose a las mismas personas el versículo 17 afirma: “Para los cuales la más densa oscuridad está reservada para siempre”. Aunque el Señor los haya comprado, el fin de ellos son las densas tinieblas del infierno. Cristo pagó para comprarlos, por lo tanto tiene el derecho de disponer de ellos como bien le parece. Si ellos rechazaron sujetarse a Él con total descaro, entonces es perfectamente justo que sufran las consecuencias.

La redención es la otra verdad paralela y está estrechamente relacionada con la compra, pero se aplica sólo a quienes con arrepentimiento y fe aceptan al Señor como su Salvador. “En quien tenemos redención por su sangre, el perdón de pecados según las riquezas de su gracia” (Efesios 1:7). Esto es mucho más que una compra. Cuando un esclavo simplemente es comprado, normalmente lo único que cambia es que pasa a ser esclavo del comprador. En cambio, si él ha sido redimido   —no sólo comprado—, obtiene la libertad plena. Los creyentes hemos sido liberados de la carga de nuestros pecados y de la esclavitud del pecado en virtud de la preciosa sangre de Cristo. Al recibir con sencillez a Cristo en el corazón dicha libertad se hace efectiva. ¡Qué maravillosa es la gracia que nos hace libres!

Quizá para el creyente esta paradoja no tenga la magnitud que tienen las mencionadas anteriormente, pero de todas formas él sabrá valorarla y guardarla cuidadosamente.

La palabra usada en el original es despotes, que enfatiza el carácter de soberano, amo, dueño etc. (N del T)

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