La Cena
Hendrik Leendert Heijkoop


Queridos amigos,
Quiero hablarles ahora un poco de de Cena
Es notable que las dos grandes instituciones ambas permanecientes al cristianismo, el bautismo y la Cena, hagan alusión a la unión con un Señor muerto. Como lo hemos visto, el bautismo está en relación con nuestra posición exterior en este mundo. Luego es absolutamente individual. Aunque tres mil almas sean bautizadas al mismo tiempo, como en Hechos 2: es para cada una de ellas algo personal. La Cena, en cambio, aunque tomada en la tierra, está en relación con nuestra posición íntima como Cuerpo de Cristo. También la comunión es aquí una característica importante. Una persona aislada que tomara pan y vino para celebrar la Cena estaría pues en contradicción total con la Palabra de Dios. También el apóstol Pablo, a quien le ha sido confiada la misión especial de revelar la verdad de la Asamblea y de su unión con Cristo, nos dice: «Cristo no me envió a bautizar» " (1ª Corintios 1:17) aunque si bautizó a algunos. Pero en la misma epístola, habla de una revelación particular que recibió del Señor sobre la Cena (11: 23) y dedica dos capítulos a este tema.
La parte individual tiene, en la Escritura, un lugar especial. . Cada hombre debe convertirse, debe venir personalmente a Dios; creer personalmente en el Señor Jesús y en su sangre y tomar personalmente el lugar como hijo con el Señor crucificado (en el bautismo).
Uno de los grandes errores de la Iglesia católica es negar el lado individual y hacerlo todo un asunto de la Iglesia («fuera de la cual no hay en absoluto salvación»). Pero es también uno de los grandes errores del protestantismo no ver el lado de la comunión: para él todo es individual, cada uno debe actuar según sus propios pensamientos con los que piensan como él. Sin embargo la Escritura une también a la comunión grandes bendiciones. No es por pura casualidad que los discípulos estaban reunidos cuando el Señor Jesús instituyó la Cena, esto respondía a los principios de la Cena, cuyo fin era anunciar la muerte del Señor, como memorial. Pero esto solo puede ser hecho por el Cuerpo de Cristo (1ª Corintios 10: 16: 17). Toda pretensión de celebrarla sin reservarle un lugar, a todo miembro del cuerpo de Cristo, que marcha como tal, destruye el carácter de la Cena del Señor. En el momento de la institución, el Señor siempre habló en plural, es decir a todos discípulos a la vez, y encontramos lo mismo en 1ª Corintios 10 y 11: los únicos pasajes que están aparte de los Evangelios donde se trata de la Cena.
La institución de la Cena
Mateo 26, Marcos 14 y Lucas 22 nos hablan de esto. Los dos primeros pasajes nos muestran que la Cena fue instituida inmediatamente después de que el Señor hubiera hablado de la traición de Judas y después de que éste hubo salido. Según Lucas podríamos deducir que Judas se fue de allí sólo después de la Cena. Lucas no da sin embargo la continuación cronológica. En su Evangelio, todo es presentado según el orden moral.
Según todos los pasajes, vemos que el Señor instituyó la Cena, al término de la Cena Pascual. Era el memorial del cordero que había sido degollado una vez ( Éxodo 12), cordero que por su sangre el pueblo había sido puesto al abrigo del juicio de Dios. Ahora, había llegado el momento donde el verdadero cordero pascual debía ser muerto (l ª Corintios. 5: 7), donde su sangre debía ser vertida por muchos para la remisión de los pecados (Mateo 26: 28). El Señor Jesús sabía que sería tomado preso aquella noche para ser crucificado. Sabía que debía llevar nuestros pecados en su cuerpo en el madero ( 1ª Pedro 2: 24 ) y que debería ser hecho pecado por nosotros ( 2ª Corintios. 5: 21 ). Sabía que esto significaba ser abandonado de Dios. Conocía todo el precio que debería pagar por nuestra salvación. Y lo que esto representaba para Él, lo vemos algunas horas más tarde en Getsemaní, cuando Satanás se colocó delante de sus ojos, para llevarle si era posible aún en ese instante, a desobedecer.
En estos momentos el Señor busca la comunión de sus amigos. Un poco más tarde, en Getsemaní, les dirá: « quedaos aquí conmigo y velad» Cuando los encuentra durmiendo, les dice: « ¿No habéis podido velar conmigo una hora?» (Mateo 26: 38-40) Y « la noche que fue entregado », el Señor instituyó la Cena (l ª Corintios 11: 23).
Para los discípulos, no era algo extraño. Así como por el bautismo, el Señor toma una costumbre establecida en ese tiempo y le da un significado nuevo y profundo, poniéndola en relación con El mismo y con su muerte. Según Jeremías 16: 6-7 vemos que era una costumbre judía, se bebía como recuerdo de un muerto querido. ¿Dios mismo también no había instituido la comida de la Pascua como memoria del cordero degollado y de la liberación maravillosa del juicio de Dios del poder del Faraón y de Egipto, en virtud de la sangre del cordero? En el Antiguo Testamento, no encontramos mención de una copa en la celebración de la Pascua, sino que el Señor la añade (Lucas 22: 17). Cuando hubo terminado la ceremonia de la Pascua, la pone a un lado (Lucas 22: 18), y conserva la forma para la nueva institución que iba a establecer . «Este es mi cuerpo, que por vosotros ha sido dado; haced esto en memoria de Mí; De igual manera, después que hubo cenado…» (v. 19,20).
El significado de la Cena
« Haced esto en memoria de mí ». Es pues en memoria del Señor. No de su gloria antes de que se hiciera hombre o de su vida aquí en la tierra. Ni de su crucifixión y de todo lo que debió entonces sufrir «Porque cada vez que coméis este pan y bebéis de la copa, anunciáis la muerte del Señor » (1 Corintios 11: 26). Los símbolos utilizados plenamente lo confirman. El pan que, según las palabras del Señor, representa su cuerpo, se lo da partido a sus discípulos. Luego por separado, da el vino como tipo de su sangre. La separación del cuerpo y de la sangre habla en si mismo de un Salvador muerto.
Este es el significado de la Cena. Es una comida tomada en conjunto como recuerdo de Aquel que estuvo muerto.
¡Cuan sencillos son los elementos utilizados! ¿Hay algo más común que el pan que cada uno come diariamente? ¿Hay algo más común en los países del sur dónde el vino, que es bebido como lo son el café y el té en otros países? ¡Pero qué significado el Señor vinculó a esta comida!
Es una verdadera comida. Comemos pan y bebemos vino. ¡Es bueno que estemos concientes, con el fin de que comamos y bebamos verdaderamente y no tomemos solamente dos migajas de pan y unas gotas de vino! El pan es pan ordinario y el vino, vino común, y ellos permanecen. No son transformados por la acción de gracias dadas antes del pan y antes de la copa. Según 1ª Corintios 11: 24 y Lucas 22: 19 vemos que el hecho de bendecir en Mateo 26: 26 y en Marcos 14: 22 significa el dar gracias, alabar. Esto aparece también en pasajes tales como en Efesios 1: 3: etc., donde el apóstol bendice a Dios. En Mateo 14: 19 también el Señor bendice, y nadie querrá afirmar que los cinco panes y los dos peces no quedaron como panes y peces.
Esto es muy importante para reconocer que la doctrina de la Iglesia romana de la transubstanciación (según la cual, por las palabras litúrgicas pronunciadas por el sacerdote, el pan y el vino verdaderamente se hacen el cuerpo y la sangre del Señor) y la doctrina de la Iglesia luterana de la consubstanciación (Cristo corporalmente presente en, con y entre el pan) están en contradicción total con la Escritura, y presentan en sus consecuencias la negación de la obra consumada de una vez para siempre. Repetidas veces el Señor emplea imágenes hablando de Él. Dice : « yo soy la puerta de las ovejas » y « Yo, soy el buen pastor » (Juan 10). En Juan 14: dice: « Yo, soy el camino, y la verdad, y la vida» . Es perfectamente claro que el Señor emplee allí alegorías.
La muerte del Señor
¿Quién puede comprender el significado profundo de estas algunas palabras? Él, el Señor, fue a la muerte. ¡Qué amor, qué gracia, qué misericordia! ¡Qué consejo maravilloso de Dios! ¡El Príncipe de la vida, la fuente de la vida, muerto y sepultado!
¡Qué prueba para ver que perfectamente tomó nuestro lugar! ¡No solamente llevó nuestros pecados en su cuerpo, sino que además fue hecho pecado por nosotros! ¡Qué sentimientos de agradecimiento y de alabanza, de adoración se despiertan en nuestros corazones, cuando lo vemos así! Por nosotros fue a la muerte. Su amor por nosotros fue tan grande que quiso pagar este precio por nuestra salvación. « El amor es fuerte como la muerte, los celos, crueles como el shéol; sus ardores son unos ardores de fuego, una llama de Jehová. Muchas aguas no pueden apagar el amor, y ríos no lo sumergen; si un hombre dé todos los bienes de su casa para el amor, lo tendríamos en un desprecio profundo» (Cantares 8: 6,7; ver también Salmos 69: 1, 2).
¡Qué obediencia hacia Dios! Prefería morir (y de que muerte), antes de no cumplir la voluntad de Dios. Que determinación, de querer tomar esta posición que lo condujo «hasta la muerte, y a la muerte de la cruz»
También el Señor, como un huésped, nos invita a venir a su mesa, para anunciar allí su muerte, y esto en memoria de Él. No venimos para recibir. La cena no es un sacramento (un medio de obtener la gracia). En ninguna parte la Escritura dice esto. [Se recurre en general a Juan 6 como prueba de que la Cena es un sacramento. Sin embargo Juan 6 no habla de la Cena, que hasta entonces no había sido constituida. El Señor tampoco habla de su cuerpo y de la copa, como lo hace siempre para la Cena, pero si de su carne y su sangre, lo que es un pensamiento muy diferente.]
El Señor glorificado nos invita a Su mesa, con el fin de que nos recordemos de su muerte, la que sufrió hace ya más de 1900 años. En la eternidad también lo haremos. En Apocalipsis 5: vemos al Cordero en el cielo « que estaba allí, como inmolado » , así como el Señor lo estuvo una vez en la tierra. Y lo mismo que, al ver al Cordero inmolado, el agradecimiento y la adoración se cumplirán un día en el cielo, esto se produce ahora aquí abajo en la tierra, cuando anunciamos a su muerte. Cuando lo contemplamos, nuestros corazones se reaniman y se llenan; y en nuestros cánticos, en nuestras acciones de gracias y en el silencio suben hacia Él nuestros sentimientos de agradecimiento, de fervor y de adoración.
Evidentemente sólo como cristianos podemos reunirnos para el culto. Pueden tomar este lugar los que saben que sus pecados han sido perdonados, y que tienen la paz con Dios. Expresan con esta participación que tienen comunión con Él y que tienen parte en su obra (1ª Corintios 10:16). ¿Si precisamente, en este lugar, se está inquieto con respecto a sus pecados no es una negación de la obra perfecta por la cual El hizo perfectos para siempre a los suyos? (Hebreos 10:14)
Resulta también de que en este lugar ningún don está en actividad, sino que únicamente nos reunimos como sacrificadores (sacerdotes), para ofrecer sacrificios de alabanzas y agradecimiento, « el fruto de los labios que confiesan su nombre » (Hebreos 13). Allí, un apóstol viene como un simple creyente; allí el que tiene una posición de conductor en la asamblea y el que tiene un gran don en el servicio están reunidos como simples adoradores en medio de adoradores. ¿Ya oyó la invitación del Señor y prestó oídos a eso?
¿Cuándo y cuántas veces hay que tomar la Cena?
En la eternidad, alabaremos y adoraremos al Cordero por siempre. En los bienaventurados primeros tiempos de la Asamblea, la Cena era tomada cada día (Hechos 2:46)Mas adelante, las circunstancias cambiaron de modo que los cristianos ya no pudieron reunirse cada día, vemos que lo hicieron cada primer día de la semana. Dios , que quiere darnos a conocer en todo Su voluntad, lo relató en su Palabra para que pudiéramos saberlo. En Hechos 20:7: leemos que los hermanos estaban reunidos para partir el pan. No estaban reunidos para oír a Pablo, aunque fuera un apóstol. Estaban reunidos con un objetivo más elevado; en esta reunión, sin embargo Pablo tuvo tiempo también de hablar. La manera en la que esto se nos muestra, nos permite ver que era una costumbre de reunirse con este fin.
Si hemos comprendido un poco este privilegio maravilloso de poder tomar este lugar y poder ejercer este servicio: anunciar « la muerte del Señor hasta que venga »; y si oímos la invitación de nuestro querido Señor, el « Hijo de Dios, que me amó y que se entregó para mí » , que nos pide: « haced esto en memoria de mí », ¿acaso nuestro corazón no desea hacerlo tan a menudo como sea posible?
¡Y aquel día es además « el día del Señor », donde, fueron dos semanas las apropiadas para hacerlo el día cuando el resucitó , a continuación, se presentó en medio de sus discípulos reunidos ¡ (Juan 20)
Considerarse a sí mismo
Pero en relación con esto, la Palabra nos exhorta al juicio personal, a probarnos a nosotros mismos. No para examinar si somos dignos de tomar este lugar porque todo cristiano como tal es digno de eso. Dudar de esto, es dudar del valor de la obra del Señor Jesús.
Se trata de saber si tomamos este lugar de una manera que es digna. Si es verdad que la Cena es una comida, y que lo que recibimos es allí simplemente pan y vino, lo que al menos permanece es la Mesa del Señor, y que el Señor es El que recibe. El pan roto y el vino derramado son las señales de su cuerpo entregado y de su sangre derramada por nosotros. Debemos estar concientes de esto cuando nos acercamos a este lugar para ejercer este servicio. Y es por eso que el examen y el juicio de si mismos, son necesarios. Todo lo que no está en comunión con este lugar santo en toda la tierra, debe primero ser llevado en el juicio de si mismo.
Los Corintios habían olvidado esto. No habían "discernido" el cuerpo del Señor, porque actuaban como si fuera su propia comida. También el Señor había debido intervenir en disciplina:
"«Es por esto que varios de vosotros están enfermos y débiles y que un número bastante grande duerme » . Si no pensamos en la honra debida al Señor, Él mismo la salvaguardará. ¡Es un pensamiento serio!
Con mis saludos cordiales.
Su hermano sujeto al Señor que viene pronto
H.L. Heijkoop