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Yo Estare Contigo

O. Demaurex

Que reconfortante y que seguridad nos da la promesa de Dios: «Yo estaré contigo». En el Antiguo Testamento, cinco hombres de fe han recibido esta confirmación por una revelación directa. La encontramos dirigida también a un hombre privilegiado, que hubiera podido aprovecharla magníficamente, si hubiera manifestado fe y obediencia. Enseguida, está dirigida también, bajo la pluma de Isaías, a todo el pueblo de Dios.

1. Isaac.-«Yo estaré contigo y te bendeciré» (Gén: 26:3)

Isaac, extranjero en la tierra de Canaán, como su padre Abraham, es el hombre ha cavado, y vuelto a cavar los pozos. Es la imagen del creyente que no es de este mundo. Sino que permanece, y trabaja, y se sacia de la fuente de agua viva de la Palabra.

La fe de Isaac tenía sin duda la necesidad de recibir de Dios la confirmación de las promesas incondicionales hechas a Abraham, su padre, del cual él era el único heredero. Así, Dios le asegura que cumplirá sus promesas por la fidelidad e Abraham, y que la bendición se extenderá a toda su descendencia y a toda la familia de la fe (Gén 26:35).

En lo que concierne a nosotros, somos «bendecidos con toda bendición espiritual en los lugares celestiales en Cristo» (Efesios 1:3). Como Isaac, no tenemos ningún mérito. Por pura misericordia, hemos llegado a ser herederos de Dios y coherederos del Hijo de Dios, el cual nos introducirá un día en la casa de su padre.

Dios le declara a Isaac «Yo estaré contigo». La presencia de Dios es la fuente de todos los bienes. Cualesquiera que sean las circunstancias, «Sí Dios es por nosotros, ¿quién contra nosotros?» (Rom 8:31) « ¿Quien nos separará del amor de Cristo?, El que no escatimó ni a su propio Hijo, sino que lo entregó por todos nosotros, ¿cómo no nos dará también con el todas las cosas? (v.32)

Aunque nuestra vida sea simple y banal, el Señor puede, por su presencia, transformarla en una plenitud de bendiciones. Buscar su proximidad, darle el primer lugar, es el secreto de la prosperidad espiritual. Por lo demás, también estaremos guardados y protegidos, y si permanecemos en Él llevaremos mucho fruto. De Isaac se ha dicho que él fue prosperado, y le bendijo Jehová (Gen 26:12).

2. Jacob:-«...Vuélvete a la tierra de tus padres, u a tu parentela, y yo estaré contigo» (Gén 31:3)

Jacob había reencontrado a Dios en Bethel, al dejar la casa de su padre y marcharse a un país extranjero. Dios le había dicho: «He aquí, yo estoy contigo, y te guardaré por donde quiera que fueres...»

(Gén 28:15). Pero Jacob asustado por esta visión había hecho un voto que mostraba una transparente vacilación. (v.20 y 21). Él dudaba aun, y sin embargo contaba con sus propios recursos más que en la presencia de Dios.

En los años que siguen, Jacob experimenta su impaciencia. Muchas veces engañado por su suegro, se siente acorralado, traicionado. ¿Pero no ha puesto su confianza en el hombre más que en Dios? Cosecha ahora los frutos amargos. Es entonces cuando Dios viene a su socorro. Le dice: «Vuélvete». El momento ha llegado de volverle la espalda a tu propia voluntad, de abandonar tus pretensiones humanas, con sus subterfugios, y de seguir mi camino, entonces «Yo estaré contigo». Luego tú lograrás la victoria y encontrarás las verdaderas riquezas.

¿No es igual para el creyente en todos los tiempos? Confiamos también por largo tiempo en nuestra propia fuerza y nos apoyamos en nuestra inteligencia, y luego no podemos sino estar decaídos acumulando fracasos. Igualmente a veces creemos que cosechamos beneficios, pero al final el resultado siempre es pérdida.

La vida de Jacob ha tomado un vuelco radical desde ese momento, y es cuando ha marchado por la fe más que por su astucia. Las pruebas no le han faltado, pero la presencia de Dios le ha llenado. En Peniel, en un combate misterioso, él logra una gran victoria. Debe en principio sentir el dedo de Dios sobre su carne rebelde, pero al término del combate, humillado y reducido a la nada, recibe un nuevo nombre, un título de nobleza sin igual: “Israel”, es decir «vencedor de Dios» (o «Príncipe de Dios»). Volvía de luchar cuerpo a cuerpo con Dios, para obtener de El — derramando lágrimas —, la verdadera bendición.

Desde entonces, solo cuenta para él la presencia de su Dios, su aprobación, su seguridad y su apoyo en las angustias.

3. – Moisés.- «Porque yo estaré contigo» (Éxodo 3:12)

A la pregunta de Moisés. « ¿Quién soy yo, para ir delante de Faraón, y pedirle que haga salir de Egipto a los hijos de Israel?». Dios le responde simplemente «Porque yo estaré contigo»: He aquí una gran lección que cada siervo de Dios debe aprender. «Separados de Mí, nada podéis hacer». En efecto. Que somos nosotros, si Dios no es con nosotros, y que podemos emprender para Él y para el bien del pueblo de Dios si no podemos contar con su presencia. Sólo Él tiene «toda sabiduría e inteligencia» para obrar. Él sabe todas las cosas, él está dentro de los corazones, Él opera en nosotros y a través de nosotros. No somos más que simples instrumentos en su mano. Yo planté, dice el apóstol, Apolos regó, pero es Dios quien da el crecimiento. Somos colaboradores de Dios (1ª Corintios 3:6-9). Por el Espíritu Santo que está en nosotros, y por el cual «el amor de Dios ha sido derramado en nuestros corazones» tenemos el beneficio de una dirección constante.

Nuestra guía interior no descansa jamás. Produce en nosotros «el querer y el hacer». La obra que ha comenzado, Dios la acabará, nos da esta seguridad.

4. – Josué.- «Yo estaré contigo, no te dejaré, ni te abandonaré» (Josué 1.5). (Ver también Deut 3:23 y Josué 3:7).

La tarea de Josué era pesada; ¡debía suceder a Moisés, el libertador y conductor de un pueblo rebelde e infiel! Pero Josué tuvo el privilegio único de recibir tres veces de parte de Dios la confirmación de su presencia constante e inalterable. ¿Dónde encontraría la fuerza para hacer entrar al pueblo de Israel en posesión de la tierra prometida? Duros combates estaban por venir. Obstáculos infranqueables como los muros de Jericó se levantaban frente él. ¿Dónde encontrar los recursos, donde sacar sabiduría y coraje? La respuesta a todas estas preguntas es: «Yo estaré contigo... no te dejaré, ni te abandonaré». Pero Dios le indica una condición necesaria para la victoria: «Solamente esfuérzate y sé muy valiente... que este libro de la ley no se aleje de tu boca, medita de día y de noche».

La lectura y la meditación diaria de la Biblia nos mantienen en la comunión del Señor. Su presencia fiel nos abre el camino de la victoria y de la conquista de las bendiciones prometidas.

5.- Gedeon.- «Yo estaré contigo» (Jueces 6:16)

Gedeón era un joven tímido. Cuando nos es presentado, le vemos trabajar escondido, para la sobre vivencia de su familia. Él dudaba igualmente de la intervención de Dios a favor de su pueblo, donde sentía dolorosamente la pobreza y la miseria. Tenía miedo de los enemigos y se sabía pequeño y débil.

Es entonces cuando el Ángel de Jehová se le aparece y le saluda con un asombroso saludo. «Jehová está contigo, varón fuerte y valiente»Gedeón se ve de repente proclamado como el elegido, el bendito de Jehová. EL no lo comprende y se lamenta ¡Ah, Señor mío!, ¿Si Jehová está con nosotros, por qué nos ha sucedido todo esto? El se recordaba muy bien de todas las maravillas que sus antepasados le habían contado diciendo: «Jehová nos hizo salir de Egipto». Gedeón se desespera: «Y ahora Jehová nos ha abandonado».

No se nos dice en que lugar él está «Jehová, le mira y le dice: Ve con esta tu fuerza, y salvarás a Israel». Esa mirada puesta sobre él debía transformar a Gedeón, despertar su fe, inyectarlo, llenarlo de una energía nueva. Pero le plantea aun unas preguntas: « ¡Ah, Señor ¡ ¿Con que salvaré a Israel? He aquí mi familia es pobre... y yo soy muy pequeño». Entonces como en otra oportunidad sucedió con Moisés, Dios le da solamente una respuesta, una sola palabra de orden: «Yo estaré contigo».

Gedeón pide señales. Cada vez, Jehová accede a su pedido, porque es la fe que posee Gedeón para asegurar la presencia de Dios con él. Nada puede reemplazar para el una prueba tan clara de la intervención divina. En nuestra vida también, podemos contar con la ayuda directa del Señor y solicitar su bondad que no pide más que ejercer a nuestro favor. No temamos implorar con insistencia para interceder, para obrar por su pueblo, contra nuestros enemigos, esos poderes espirituales de maldad que están en los lugares celestiales (Efesios 6:12). Si lo hacemos con fe, nos dará señales de su favor (Salmo 86:17).

6:- Jeroboam.- Yo estaré contigo. (1ª Reyes 11:38)

El ejemplo de Jeroboam, a quien Dios promete su presencia bajo condición, llama a nuestra responsabilidad. El Espíritu de Dios de expresa también de la misma manera por la boca del profeta Azarías ante el rey Asa y su pueblo: «Jehová está con nosotros... (2ª Crónicas 15:2).

Tal advertencia es seria y nos concierne a todos. Bajo diferentes formas, se encuentra en numerosos pasajes de la Escritura. Si deseamos actuar en independencia y en incredulidad, tendremos que esperar las consecuencias. Segaremos lo que hemos sembrado. Todos nuestros esfuerzos serán en vano, nuestro trabajo inútil, nuestras obras podrán igualmente ser reducidas a la nada, como los navíos que construía Josafat con su alianza desigual con un rey impío (2ª Crónicas 20: 36-37). Si no experimentaremos también como muchos hombres de fe que se nos muestran en la Escritura y nos dan su historia, que con un solo movimiento de arrepentimiento, una real confesión, podemos ser conducidos a la presencia de Dios, para restablecer la comunión que es la llave de todas las bendiciones. «Si somos infieles, Él permanece fiel» (2ª Timoteo 2¨13).

Así, Dios no se arrepiente de sus promesas. Pero, en el terreno práctico, sufriremos las consecuencias de nuestras faltas, y por lo tanto estar privados de las bendiciones. El amor y el poder de Dios se unen siempre para socorrernos y para que tengamos siempre acceso a su presencia donde habita el supremo bien.

7. Israel: «Cuando pasares por las aguas, yo estaré contigo » (Isaías 43:2)

Ya en el capítulo 41, Dios da este aliento: « No temas, porque yo estaré contigo... (v.10). El amor de Dios para su pueblo sobrepasa todas las dificultades, está por encima de todas las debilidades del hombre.

En toda época, cualquiera que coloca su confianza en un Dios Salvador tiene asegurada su presencia y su ayuda todopoderosa. El pueblo de Israel es un ejemplo de la debilidad y de la inconstancia, pero las promesas de Dios son accesibles y su amor es inalterable. «No temas, Jacob, gusanillo» (Isaías 41:14 versión francesa) — puede agregar el profeta.

¡Cómo nos identificamos con este pueblo rebelde y a menudo incrédulo y corrupto! Las consecuencias de nuestros malos pensamientos y de nuestras acciones vanas son inevitables. Pero la disciplina de Dios para los hijos que El recibe tiende a evitarnos muchas experiencias amargas y produce en nosotros «fruto apacible de justicia» (Hebreos 12:11). A veces estas son «las grandes aguas» de la prueba que nos llevan a preciosas bendiciones. ¿No son más provechosas las experiencias que se hacen realidad con esta promesa? : «Cuándo pases por las aguas, Yo estaré contigo »

A menudo David lo realizaba «Cuando ande en valle de sombra de muerte, no temeré mal alguno, porque Tu estarás conmigo» (Salmo 23:4)-.

Job también había sacado de la prueba un gran provecho: « De oídas te había oído, mas ahora mis ojos te ven» (Job 42:5). Este reencuentro saludable y bendito, que transforma la vida, es una bendición particular concedida a aquel que pasa por las aguas o por el fuego. (Isaías 43:2) «Tened por sumo gozo, cuando os halléis en diversas pruebas» (Santiago 1:2), y Pedro nos asegura que la prueba de nuestra fe, es más preciosa que el oro» (1ª Pedro 1:7).

Probemos los beneficios de la presencia del Señor cuando atravesamos caminos difíciles con Él. Aprendamos a verle en todas las cosas, en cada suceso de nuestra vida. No estamos nunca solos en la prueba, ¡estemos seguros!

El profeta Isaías nos dice «En toda angustia de ellos él fue angustiado, y el ángel de su faz los salvo; en su amor y en su clemencia los redimió,... ») (Isaías 63:9).

¡Y el Señor nos lo ha prometido ¡ «Yo estoy con vosotros todos los días hasta el fin del siglo» ( Mateo 28:20)

Traducido de “El Mensajero Evangélico” Febrero 2002