El Señor Jesucristo – Sus sufrimientos
Michael Hardt
Preguntas frecuentes acerca de la Biblia


2.1 ¿El Señor Jesús fue un mártir a causa de su muerte?
2.2 ¿El Señor fue llevado a la muerte o Él mismo puso su vida?
2.3 ¿Por qué Jesús tuvo que morir?
2.4 ¿Cargó el Señor Jesús con todos mis pecados?
2.5 ¿La muerte de Jesús es suficiente para que cualquiera sea perdonado?
2.10, ¿Cristo tuvo que soportar el juicio divino para lograr la expiación?
2.11 ¿La expiación incluye de nuestras vidas los sufrimientos físicos?
2.14 ¿En qué momento el Señor Jesús cargó con los pecados de todos los que creen en Él?
2.15 ¿Por qué el Señor Jesús tuvo que ser abandonado por Dios?
2.16 ¿Fue abandonado también por su Padre?
2.17 ¿Siguió abandonado luego de morir?
2.18 ¿Cómo sabemos que Dios aceptó el precio que Jesús pagó en la cruz?
2.19 ¿Se podría salvar alguien gracias a la vida recta del Señor?
2.20 ¿Por qué es un error tan grave enseñar que el creyente puede perder la salvación?
2.21 ¿Qué es la reconciliación?
2.22 ¿Serán salvados todos los hombres al final de los tiempos?
2.23 ¿Qué es el universalismo?
2.1 ¿El Señor Jesús fue un mártir a causa de su muerte?
Sí, pero su muerte implica mucho más que eso. La palabra «mártir» significa «testigo», y normalmente se utiliza para designar a la pesrsona que ha sido asesinada a causa de su testimonio. Y esto verdaderamente puede aplicarse a Cristo. Él fue el “testigo fiel y verdadero” (Apocalipsis 3:14), y también fue “obediente hasta la muerte, y muerte de cruz” (Filipenses 2:8). Pero, en las siguientes preguntas y respuestas vemos, según las Escrituras, que su muerte también —y en primer lugar— tuvo una importancia fundamental para otras personas y que además fue mucho más que la simple muerte de un fiel mártir.
2.2 ¿El Señor fue llevado a la muerte o Él mismo puso su vida?
Ambas cosas. Estas dos verdades son las dos caras de una misma moneda. Por un lado, los hombres hicieron todo lo posible para llevar al Señor a la muerte; ellos lo crucificaron, convirtiéndose así en sus ejecutores (Hechos 2:23). Este es el lado de la responsabilidad humana. Pero, por otro lado, Cristo puso su vida voluntariamente (Juan 10:11,15, 17,18). Además, leemos que cuando “Jesús hubo tomado el vinagre, dijo: Consumado es. Y habiendo inclinado la cabeza, entregó (o liberó) el espíritu” (Juan 19:30). Este es el lado que muestra Su divino poder y amor.
2.3 ¿Por qué Jesús tuvo que morir?
Este tema es tan maravilloso, que una breve respuesta nunca podrá abarcarlo. Cristo murió para probar su obediencia perfecta a Dios, glorificar a Dios en cuanto al pecado, glorificar al Padre haciendo conocer a los hombres su amor, y también para que Dios pudiera justificar al impío y otorgar salvación y felicidad a los hombres, quienes estaban alejados de Dios.
2.4 ¿Cargó el Señor Jesús con todos mis pecados?
Esto depende. Si usted cree en Él, si usted se ha presentado ante Él con todos sus pecados, y si le ha aceptado como su Salvador personal, entonces la respuesta es «sí». Porque Jesús llevó nuestros pecados, es decir, los pecados de los creyentes (1.º Pedro 2:24). La Biblia no dice que el Señor llevó los pecados de «todos», sino que Él llevó los pecados de «muchos» (Isaías 53:12).
2.5 ¿La muerte de Jesús es suficiente para que cualquiera sea perdonado?
Sí. La muerte de Cristo es suficiente para que cualquiera pueda ser perdonado. Pero sólo se beneficiarán aquellos que acuden al Señor (ver respuesta 2.6). No obstante, la oferta tiene vigencia para todas las personas:
- “Dios nuestro Salvador (...) el cual quiere que todos los hombres sean salvos” (1.ª Timoteo 2: 3 y 4).
- “Si alguno tiene sed, venga a mí y beba” (Juan 7:37)
- “Y el que quiera, tome del agua de la vida gratuitamente” (Apocalipsis 22:17).
Todos podrían ser perdonados (ver respuesta 2.5), pero no todos lo serán. Leamos:
- “Para que todo aquel que en él cree, no se pierda, mas tenga vida eterna” (Juan 3:16)
- “El que cree en el Hijo tiene vida eterna; pero el que rehúsa creer en el Hijo no verá la vida, sino que la ira de Dios está sobre él” (Juan 3:36).
Leemos la palabra propiciación en 1.ª Juan 2:2: “Y él es la propiciación por nuestros pecados; y no solamente por los nuestros, sino también por los [pecados] de todo el mundo“. ¿A qué se refiere la expresión “por los de todo el mundo”? Bien, por un lado, Su sacrificio es tan grande y tiene tal valor ante los ojos de Dios que, sobre esta base, Él puede ofrecer la salvación a todos, aun cuando no todos la acepten (ver respuestas 2.5 y 2.6). Recordemos que Dios es santo y justo. Por lo tanto, todos los pecadores deben ser juzgados y condenados por Él. Si no se hubiera cumplido la obra de Cristo en la cruz, el juicio hubiera sido la única posibilidad para los hombres. Pero, gracias a Dios, Cristo murió, es la propiciación, y ahora Dios tiene libertad para ofrecer libremente la salvación. En este sentido, Él se dio a sí mismo “por todos” (1.ª Timoteo 2:6).
Una palabra relacionada con el tema figura en Romanos 3:25, pasaje que afirma que Dios ha presentado a Cristo como «propiciación» o «propiciatorio» por medio de la fe en su sangre. Este término alude a una figura del Antiguo Testamento, la cual aparece de manera clara en el propiciatorio del arca que una vez por año era rociado con sangre (Levítico 16:14). La sangre rociada sobre dicho propiciatorio [1] del arca del santuario ilustra el hecho de que Dios estaría satisfecho con la muerte de Cristo.
Resumiendo, la propiciación le permite a Dios ofrecer libremente la salvación a todos los hombres. Y ésta se vuelve efectiva para aquellos que la aceptan por medio de la fe.
Un sustituto es alguien que toma el lugar de otro. En la cruz, Cristo tomó el lugar de aquellos que habrían de creer en Él. El Justo sufrió por los injustos (1.ª Pedro 3:18). Él llevó nuestros pecados (Isaías 53:12 y 1.ª Pedro 2:24). Y por sus heridas fuimos nosotros sanados (1.ª Pedro 2:24). Las conocidas palabras de Isaías describen muy bien lo que es la sustitución: “Mas él herido fue por nuestras rebeliones, molido por nuestros pecados; el castigo de nuestra paz fue sobre él, y por su llaga fuimos nosotros curados [...] mas Jehová cargó en él el pecado de todos nosotros” (53: 4-6). En este sentido, el Señor dio “su vida en rescate por muchos” (Mateo 20:28). La sustitución se aplica únicamente a los que creen.
La palabra expiación proviene del término hebreo que se utiliza para la palabra «cubierta». La expiación incluye la propiciación (ver respuesta 2.7) y la sustitución (ver respuesta 2.8). Y está muy bien ilustrada en el «gran día de la expiación» (ver Levítico 16). Los elementos principales de las actividades de dicho día eran los dos machos cabríos que debían ser ofrecidos; uno para el Señor (propiciación) y el otro por el pueblo (sustitución). La sangre del primer macho cabrío era rociada sobre el propiciatorio. En cuanto al otro macho cabrío, el sumo sacerdote ponía sus manos en la cabeza del animal y confesaba todos los pecados del pueblo. Luego, este macho cabrío era enviado al desierto.
Cristo ha hecho la expiación: Dios está satisfecho y ha sido glorificado con la obra de Cristo (propiciación), y «nuestros» pecados han sido llevados por Él (sustitución).
2.10, ¿Cristo tuvo que soportar el juicio divino para lograr la expiación?
Absolutamente sí. Algunos piensan que la expiación sólo significa que Cristo se ha «comprometido con el problema del mal» o que simplemente se ha «identificado con el hombre en cuanto al mal». Pero afirmar esto es pasar por alto que el «castigo» de nuestra paz fue sobre Él (Isaías 53:5), y que la «espada» de Dios cayó contra su compañero (Zacarías 13:7). Cuando Cristo cargó con nuestros pecados, sufrió la penalidad que ellos merecían.
2.11 ¿La expiación incluye de nuestras vidas los sufrimientos físicos?
No, al menos no antes del arrebatamiento (o de la muerte). Algunos han llegado a conclusiones erróneas luego de leer la expresión: “por su llaga fuimos nosotros curados” (Isaías 53:5). Sin embargo, este versículo nos habla acerca de “nuestras iniquidades” y “nuestra paz”, de manera que teniendo en cuenta el contexto comprendemos que se trata de una «sanidad» que tiene que ver con el problema del pecado, la terrible enfermedad del pecado, y no con enfermedades físicas propiamente dichas.
De igual manera, ha sido malinterpretado el versículo 4 del mismo capítulo: “Ciertamente llevó él nuestras enfermedades, y sufrió nuestros dolores”. Este versículo no se refiere a la expiación sino a los milagros de sanidad que realizó el Señor, lo cual queda comprobado con la cita de este versículo en Mateo 8:17.
Nosotros estamos todavía “esperando la adopción, la redención de nuestro cuerpo” (Romanos 8:23). Ver respuesta 6.32.
En este contexto, implica la recuperación que una persona realiza, por medio de un pago, de algo que originalmente le pertenecía, o bien, que dicho pago se efectúe a fin de liberar a alguien. La redención tiene que ver con un precio que debe ser pagado. Bajo la ley de Moisés, las herencias debían ser redimidas (Levíticos 25:25). Si, por ejemplo, alguien se había empobrecido por cualquier motivo y había perdido sus posesiones, entonces su pariente más cercano tenía que redimirlo a él (también si había perdido su libertad personal) y a todas sus posesiones. Un ejemplo de esto podemos observarlo en el libro de Rut: Noemí había perdido todo y Booz vino a ser su redentor.
Cristo ha redimido a aquellos que le pertenecen (y sólo a aquellos). Y para ser más específicos, el precio que pagó el Señor fue su propia sangre (1.ª Pedro 1:18), es decir, su propia vida.
En la compra, naturalmente, también se ha tenido que pagar un precio; sin embargo, ésta difiere de la redención. La compra se refiere a todo el mundo, y no sólo a los creyentes. El siguiente versículo nos aclara el concepto: “Pero hubo también falsos profetas entre el pueblo, como habrá entre vosotros falsos maestros, que introducirán encubiertamente herejías destructoras, y aun negarán al Señor que los rescató, atrayendo sobre sí mismos destrucción repentina” (2.ª Pedro 2:1). Estos falsos maestros habían sido «rescatados» o «comprados», pero, indudablemente, ellos no habían sido redimidos (pues no creían en el Señor) ya que su negación del Señor traería sobre ellos destrucción repentina.
Una interesante ilustración relacionada con la compra es la parábola del tesoro escondido en el campo. Pues, todo ese campo fue comprado (y el campo es el mundo, según Mateo 13:38,44) por causa de dicho tesoro.
Al sufrir la muerte, Cristo obtuvo un título, un derecho, sobre todo el mundo, pues todos han sido comprados por Él (esto se agrega al título que Él tiene como Creador).
2.14 ¿En qué momento el Señor Jesús cargó con los pecados de todos los que creen en Él?
En esto debemos ser muy claros: no durante Su vida, y tampoco en el sepulcro. Ni siquiera durante las tres primeras horas en la cruz. Cristo cargó con nuestros pecados durante las tres horas de tinieblas, las que sucedieron “desde la hora sexta hasta la hora novena” (Mateo 27:45). Durante este tiempo hubo tinieblas y silencio. Ninguna expresión de parte del Señor fue escuchada hasta la hora novena. En definitiva, ningún hombre es capaz de sondear qué sucedió durante este tiempo, aun cuando al final del mismo el Señor levantó, en cierta medida, el velo de lo ocurrido al clamar: “Dios mío, Dios mío, ¿por qué me has desamparado?”
Sólo Cristo tuvo que ser olvidado por Dios, y sólo durante las tres horas de tinieblas fue cumplida la expiación. Antes de este tiempo, el Señor gozó siempre de la comunión con Dios. Y, por supuesto, también después. Él siempre se dirigía al Padre; y al llegar el final encomendaba su espíritu a las manos del Padre (Lucas 23:34,46). Además, 1.ª Pedro 2:24 nos enseña claramente que fue Cristo quien llevó nuestros pecados en la cruz.
2.15 ¿Por qué el Señor Jesús tuvo que ser abandonado por Dios?
Este hecho contradice completamente cualquier conocimiento o especulación. El Señor clamó: “¿Por qué me has desamparado?” Esta expresión la hallamos en el Salmo 22:1, en un contexto más amplio que nos enseña que, normalmente, aquellos que confían en Dios son liberados y no son avergonzados (vv. 4 y 5). Pero, ¿cómo puede ser que Aquel que mostró una fidelidad perfecta haya tenido que ser abandonado por Dios? La primera respuesta es: “Pero tú eres santo” (v. 3). Mientras Cristo cargaba nuestros pecados, el Dios santo debía mantenerse a distancia de Él, e incluso debía juzgarlo y “quebrantarlo” (Isaías 53:10). La segunda respuesta es hallada en el Nuevo Testamento: Cristo fue hecho pecado, para que “nosotros fuésemos hechos justicia de Dios en él” (2.ª Corintios 5:21).
De manera que ésta fue la causa por la que Cristo debía ser abandonado por Dios (recordemos que Él era sin pecado, ver respuesta 1.6). ¿Acaso el Señor no es digno de nuestra adoración eterna por esta obra?
2.16 ¿Fue abandonado también por su Padre?
Las Escrituras de ninguna manera enseñan esto. Cuando se habla de que Él fue abandonado, se refiere siempre a que lo fue de parte de Dios. “Dios mío, Dios mío ¿por qué me has desamparado?” (Mateo 27:46; Marcos 15:34; Salmos 22:1). Por el contrario, al hablar de Cristo como Hijo del Padre, las Escrituras confirman que Él estuvo, está y estará siempre en el seno del Padre [2] (Juan 1:18).
Sin intentar comprender cosas que están ocultas o más allá de nuestra comprensión, hacemos bien en notar tales diferencias. Una simple ilustración nos ayudará a comprender mejor: pensemos en un juez ante quien se presenta su propio hijo en carácter de acusado y culpable, ¿qué sucedería? El juez pronunciará la culpabilidad de su hijo, pero su corazón, como él es el padre, estará siempre junto a su hijo.
2.17 ¿Siguió abandonado luego de morir?
No. El Señor dijo “Consumado es”, y encomendó el espíritu a las manos del Padre (Lucas 23:46). Léase también la respuesta 2.14.
2.18 ¿Cómo sabemos que Dios aceptó el precio que Jesús pagó en la cruz?
Bien, pues tenemos una prueba visible y clara de esto. Dios tomó a Cristo —a quien los hombres habían clavado en la cruz— y lo resucitó de entre los muertos. Dios tomó a Cristo del más bajo lugar y lo elevó al más alto lugar de honor, a la diestra de Dios (cfr. Efesios 1:19-23 y Hechos 2:24,32; 3:15 etc.) De manera que no tenemos dudas de que Dios aceptó el precio: Cristo «fue entregado por nuestras transgresiones, y resucitado para nuestra justificación» (Romanos 4:25).
2.19 ¿Se podría salvar alguien gracias a la vida recta del Señor?
No. La muerte fue necesaria. De otra manera, “el grano de trigo” hubiera quedado solo (Juan 12:24). Sin derramamiento de sangre (es decir, sin entregar la vida) no hay remisión de pecados (Hebreos 9:22). Si nosotros hubiéramos podido salvarnos por medio de la vida recta de Cristo (quien guardó la ley), ¿entonces por qué tuvo que morir? “Si por la ley fuese la justicia, entonces por demás murió Cristo” (Gálatas 2:21).
En este contexto, destaquemos el pasaje de Romanos 5:10: “Porque si siendo enemigos, fuimos reconciliados con Dios por la muerte de su Hijo, mucho más, estando reconciliados, seremos salvos por su vida”. Este versículo aclara que nosotros seremos salvos “por Su vida”, y esto en relación con lo siguiente:
(I) Personas que ya han sido reconciliadas con Dios.
(II) La salvación en cuanto a las dificultades de nuestro andar, lo cual nada tiene que ver con la salvación eterna.
(III) La vida del Señor luego de su muerte, en resurrección, en el cielo, sin referirse a su vida en la tierra, antes de la obra en la cruz.
2.20 ¿Por qué es un error tan grave enseñar que el creyente puede perder la salvación?
Algunas personas enseñan que un creyente es salvo, pero que si no es lo suficientemente fiel durante toda su vida, puede perder la salvación. Ahora bien, esto equivale a decir que necesitamos dos cosas para ser salvos: la primera, la obra (es decir, la muerte) de Cristo, y la segunda, una vida «santa» o «fiel». En otras palabras, viene a ser lo mismo que decir que la obra de Cristo no fue suficiente. ¡Esto sería despreciar la inmensurable obra de Cristo en la cruz!
Además, si la salvación dependiera de nuestra propia fidelidad, nunca podríamos llegar a tener “paz con Dios”, y tampoco podríamos tener la seguridad de que no pesa en nuestra contra “ninguna condenación”; pero, ambas verdades son para nosotros una realidad (Romanos 5:1;8:1).
2.21 ¿Qué es la reconciliación?
Reconciliación significa «estar en armonía con alguien». Por ejemplo, los enemigos necesitan la reconciliación. Dios no necesitaba reconciliarse con el hombre, pero el hombre sí necesitaba reconciliarse con Dios (2.ª Corintios 5:20). Reconciliación no es lo mismo que propiciación (ver respuesta 2.7); sin embargo, la misma sólo puede lograrse luego de realizada la propiciación.
2.22 ¿Serán salvados todos los hombres al final de los tiempos?
Todas las cosas serán reconciliadas con Dios, pero no todos los hombres. Leamos el versículo aludido: “Por cuanto agradó al Padre que en él habitase toda plenitud, y por medio de él reconciliar consigo todas las cosas, así las que están en la tierra como las que están en los cielos, haciendo la paz mediante la sangre de su cruz” (Colosenses 1:19, 20). Notemos que el versículo habla de «cosas» y no de personas. El universo entero ha sido afectado y manchado por el pecado del hombre. Por lo tanto, todas las «cosas» necesitan ser (y serán) puestas otra vez en armonía con Dios; y todo esto será hecho sobre la base de la obra del Señor Jesús en la cruz: “Haciendo la paz mediante la sangre de su cruz”.
2.23 ¿Qué es el universalismo?
Es una falsa doctrina que afirma que todas las personas serán salvas al final de los tiempos. La Biblia no enseña tal cosa, pero algunos versículos han sido mal interpretados a fin de pretender que esas cosas son verdaderas (ver respuesta 2.22). Además, el universalismo se desvanece ante pasajes de las Escrituras como Juan 3:36: «El que cree en el Hijo tiene vida eterna; pero el que rehúsa creer en el Hijo, no verá la vida, sino que la ira de Dios está sobre él». Si la ira de Dios «está» sobre tales personas, ¿cómo podrían ser salvos al final? Lo que leemos en las Escrituras es que “todo aquel que en él cree” tendrá la vida eterna, y no simplemente «todo aquel» (Juan 3:16).
[1] La palabra hebrea para “propiciación” y “expiación” significa literalmente ‘cubierta'. Ver respuesta 5.11.
[2] Por cierto, el verbo que en el original griego aparece en este versículo es un participio que indica la intemporalidad de este hecho: “El unigénito Hijo, que está (estuvo/está/estará) en el seno del Padre”.
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